Brillas y brillas tan lindo,
y brillamos juntos entre pestañas.
Divina, divina sonrisa,
abrazo de luna, de luna llena.
Cuando hemos viajado juntos, ha sido ella quien me ha guiado y, aunque he conducido de ida y de regreso, siempre he sido quien se ha dejado llevar. Antes de cada viaje, preparo mis rutas con antelación menos cuando ha sido ella quien ha elegido destino . Al salir, mi pregunta es:
– ¿Pudiste revisar la ruta en Google Maps?
– No, no tuve tiempo.
– ¿Y si nos perdemos?
– Mejor.
– Bueno, vamos.
Tenemos una playlist con nuestras canciones. La hemos alimentado a lo largo del corto tiempo que llevamos juntos. Es la banda sonora de lo que llamo el Keloverso y suena durante todo el recorrido. En una ocasión le pedí que escogiera la música en el viaje de retorno. No me arrepentí. Pude conocer sus espacios sonoros más íntimos, música que seguramente la ha acompañado mucho tiempo pues se notaba en su mirada.
Cuando ella viaja de copiloto, sueña despierta todo el tiempo. Me cuenta sus historias. Se arrima, me besa, me abraza, se suelta. Toma fotografías con el teléfono. Una vez me hizo varias fotos mientras yo manejaba. Yo me recosté contra el asiento porque pensé que le estaba tomando fotos al fondo azul lleno de cirros que nos regalaba esa tarde, mientras escuchábamos “Brillas” atravesando la vía a Churute.
– Pensé que le estabas tomando fotos al sol
– No, a ése lo veo todo el tiempo

Se pone triste siempre que entramos a la ciudad y vemos las estaciones del peaje. Es nuestro primer contacto con la realidad inevitable.
Se queda en silencio. Yo también siento el aterrizaje, pero trato de animarla. Pasamos lindo siempre. Nos despedimos muy rápido. Luego seguimos por mensajes: ¿llegaste bien?.
El primer fin de semana después de pasar toda una tarde juntos fue especialmente insoportable. Quería verla conmigo, junto a mi, en cada salida en auto. Quería escucharla cantar nuestras canciones. Que ponga su mano sobre la mía. Extrañándola como un demente, le envié una foto del asiento vacío. Su ausencia nunca había dolido tanto.
Ella también me extraña. Así como dice “Te amo por los dos”, sé que también me extraña por los dos. Ella es todo sentimiento, sensible como ninguna. Ella me extraña desde el alma y se enoja conmigo por eso. Mientras tanto, me digo a mí mismo “el amor es paciente”, con la esperanza de que una vez más el universo conspire a nuestro favor y que los tiempos se alineen para volverla a ver.

Cuando ella es copiloto, llena más que un espacio, me llena la vida.
